viernes, 19 de febrero de 2010

Pérdidas de tiempo: FPGM

Una de las cuestiones más llamativas de nuestro sistema educativo Logse, para los que hemos estado mirando con cuidado sus datos, es la cantidad de tiempo que hace perder a los alumnos. Es conocido que casi la mitad de los alumnos han repetido al menos una vez antes de los 15 años, el último en edad (no en curso) de su enseñanza obligatoria.
Ya he contado en algún artículo –aunque tendré que contarlo más despacio en el blog, entre otras cosas porque el artículo no está en línea– que la Logse creó tres itinerarios, aunque no reconocidos por nuestros políticos: el de aquellos que llegaban a 4º de ESO sin repetir, y que siguen la vía de Bachillerato; los que llegan renqueantes a 4º de ESO pero acaban, que son los que van a FP; y luego quedan dos grupos, los que se entretienen entre 3º y 4º algún año a ver si acaban, y se van a la calle sin título (aunque algunos se reenganchan y hacen el ingreso en FPGM), y los que cuando cumplen la edad de escolarización obligatoria están aún en 2º de ESO o a principios de 3º, y se van a su casa. Estos últimos son los del abandono escolar, los segregados de la Logse y los grandes olvidados de nuestros políticos, ya les contaré por qué algún día.
Hoy quería centrarme en la FPGM (para los que no lo sepan, Formación Profesional de Grado Medio, más o menos equivalente a la FP I en título, pero que se cursa dos años más tarde), una etapa “vocacional” –es decir, orientada a la preparación para el mercado laboral, en contraposición a la “académica”, es decir, el Bachillerato– que se cursa tras obtener el título de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) a la edad teórica de los 16 y los 17 años, que es cuando se acabaría.
Pues bien, esta es la situación real de los alumnos de FPGM, por edades:

D5.4. Distribución porcentual del alumnado según edad. Ciclos Formativos de Grado Medio (1)
CCAA16 años17 años18 años19 años20 o más
TOTAL5,320,925,417,431
Andalucía4,924,327,116,926,8
Aragón422,828,918,925,5
Asturias1,610,421,220,346,6
Baleares523,523,517,630,4
Canarias2,917,725,418,335,7
Cantabria2,615,525,321,235,4
Castilla y León1,810,924,122,141,1
Castilla-La Mancha4,918,326,719,530,6
Cataluña12,628,923,412,722,4
Comunidad Valenciana525,32615,128,5
Extremadura3,620,128,42027,9
Galicia2,214,123,619,440,8
Madrid2,913,926,220,936,2
Murcia4,418,727,718,330,9
Navarra8,328,128,316,418,9
País Vasco2,311,121,119,745,8
La Rioja519,624,51833
Ceuta5,818,621,414,939,3
Melilla221,122,311,543,1
(1) Para la distribución porcentual del alumnado por edad se ha tenido en cuenta el alumnado de Enseñanza presencial: régimen ordinario y adultos.

Los datos pertenecen a uno de los libros de una serie esencial para saber qué está pasando en el sistema educativo, y que además son descargables gratuitamente: Las cifras de la Educación en España. Estadísticas e Indicadores. Edición 2010 (son del curso 2007-08), publicados por el Ministerio de Educación (por cierto, alguna vez me gustaría que un ministro presentase estos datos, es algo que no ha ocurrido en 15 años al menos).
Como se puede ver en la tabla, sólo el 5% de los matriculados en FPGM tienen 16 años, cuando si se siguiera el plan previsto, tendrían que ser el 50%. Pero ese 50% teórico se queda en un 5% por dos razones: porque llegan tarde, y porque se repite mucho. Desgraciadamente, los datos sobre Formación Profesional son bastante mejorables, y no podemos saber cuantos hay de cada categoría.
Quizás sorprenda más ver que un tercio de los alumnos siguen estudiando FPGM por encima de los 20 años, cuando la edad teórica de finalización es a los 17 (no se dejen engañar por la inclusión de los alumnos del régimen de adultos: no llegan al 2% del total). Es decir, tardan como mínimo tres años más de lo esperado en obtener el título.
Lo que tiene una consecuencia muy clara (aparte de que no están en las listas del paro): la cantidad de dinero que cuesta. Por partida doble: por un lado, cada alumno que repite nos cuesta más de 5.000 euros al año (y repiten al menos tres); por otro, son tres (o más) años en los que retrasan su incorporación al mercado laboral (que también tiene un coste). Además del coste de los que nunca obtendrán el título, entre un 30 y un 50% de los que se matriculan.
En fin, una de las razones de que nuestro sistema educativo cueste caro (algún día les explicaré por qué no pienso que gastemos poco, a pesar de lo que dicen una y otra vez) es porque gastamos el dinero en cuestiones inútiles, como, en la mayor parte de los casos, la repetición.

martes, 2 de febrero de 2010

Gabilondo y la equidad

El ministro Ángel Gabilondo ha concedido hoy una amable entrevista en la Cadena SER. No les voy a contar lo que ha dicho: ahí le tienen 45 minutos hablando muy elegantemente. Lamentablemente, muy poca chicha, casi la misma que en la clausura de la conferencia Jean Monnet.
Me ha llamado la atención una de las frases, pronunciada muy vehementemente con la intención de dar un titular, y parece que lo consiguió (como aquí, aunque no duró mucho, pues en ambos medios la transcribieron mal y, en cuanto tuvieron tiempo de redactar la noticia en condiciones, cambiaron el titular e incluso la cita desapareció del cuerpo de la información). Lo que dijo el ministro exactamente fue:
"Yo les puedo asegurar que si hay algo innegociable es la equidad del sistema educativo, y la educación como un bien público. Esto no es cuestionado en modo alguno".
Muy bonita declaración de principios en la que un ministro de Educación vuelve a lucir su inmensa ignorancia sobre el sistema educativo que tiene a su cargo. Y eso que este está a años luz de sus dos predecesoras.

El mito de la equidad de nuestro sistema educativo viene de antiguo, del informe español de PISA 2000 por lo menos (dicho sea de paso, un informe muy meritorio para su tiempo, que fue "orillado" por el Ministerio de Educación de entonces, con Pilar del Castillo al frente). En él se concluía, entre otras cosas, que el sistema educativo español era muy equitativo. Este informe lo explicaba así:

"Para medir la dispersión pueden utilizarse otro tipo de indicadores estadísticos, como la desviación típica o la distancia intercuartílica. La medida de la dispersión es importante para estimar la equidad de un sistema educativo en tanto que puede representar la capacidad de ese sistema para compensar o, al menos, no ampliar las desigualdades de origen en su población escolar" (pág. 31).
Como vemos, el término "equidad" en el informe se utiliza con un término estadístico, prácticamente equivalente a la desviación típica de las puntuaciones finales de los alumnos. Aunque a lo largo del informe el término amplía su significado, sobre todo cuando se pone en relación con el gradiente socioeconómico, nunca abandona el significado estadístico. El problema fue pasar de la equidad estadística a la ideológica, cuando ambos términos no significan exactamente lo mismo. Como tampoco tiene que ver del todo con el concepto de equidad económica. Veamos.
El término de equidad económica tiene dos aspectos (aunque el segundo se olvida muy a menudo): por un lado escasa distancia entre los que más tienen y los que menos tienen (equivalente a la equidad estadística), y por otro que no haya gente que no tenga para vivir. Es decir, un país donde todos se mueren de hambre no es equitativo, por mucho que estadísticamente la desviación típica de sus ingresos o de su nivel de vida tienda a cero.
Lamentablemente, todas las lecturas de PISA desde el punto de vista de la equidad se fijan en nuestra reducida desviación típica (se mantiene alrededor de 90, cuando la media de la OCDE es 100), pero se olvidan de la segunda parte: España tenía en Lectura en 2000 a un 16% de los alumnos por debajo del nivel 2 (lo que para PISA es el umbral de la "pobreza" educativa), y en 2006 algo más de un 25%. Esta caída no es tan evidente en las otras escalas (Ciencias y Matemáticas), y no está claro que el dato de 2006 sea exacto (en 2009 el dato será más fiable), pero en cualquier escala España tiene demasiados alumnos por debajo del nivel 2 en PISA.
Pero es que además, el traslado de la equidad económica a la equidad educativa tiene dos problemas más: como señalaba muy acertadamente Julio Carabaña en un reciente artículo ("Fracaso escolar y abandono temprano, o por qué suspendemos tanto", en Cuadernos de Información Económica, nº 213, noviembre/diciembre de 2009), la diferencia entre economía y educación es que, mientras que en la primera lo que uno tiene (dinero, alimentos, tierras...) no lo tiene otro, es decir, los bienes son limitados, en educación no ocurre esto, ya que aquel que más sabe no necesita quitarle su parte (al menos en teoría) al que menos sabe. De ese hecho se puede sacar otro corolario en cuanto a la equidad: si una persona tiene capacidad para estudiar una carrera y el sistema educativo, de una forma u otra, le impide pasar, por ejemplo, del bachillerato, el sistema es inequitativo (además de estúpido). Visto de esa manera, el sistema de enseñanza más equitativo sería aquel que consiguiera que cada uno de sus alumnos llegara hasta donde su capacidad, su mérito o sus ganas le permitieran. Desde luego, tal sistema sería cualquier cosa menos equitativo en términos estadísticos.
Volviendo a la equidad española en PISA, lo que realmente permite tener una desviación típica más baja que la de otros países no es que no tengamos alumnos con bajo rendimiento, sino que, sencillamente, no tenemos apenas alumnos con rendimientos altos. Si tuviéramos algunos alumnos más en niveles de rendimiento altos, la desviación típica de nuestro país sería similar a la media de la OCDE. ¿Alguien puede decir para qué queremos una equidad cuya base es que no tengamos los médicos o ingenieros o investigadores que necesitaremos en la sociedad del futuro?
Más aún: si en España tenemos el mismo número de mentes brillantes que en cualquier otro país de Europa (aunque sólo sea por distribución al azar), y nuestro sistema educativo no les deja llegar a desarrollarse hasta donde puedan llegar –al menos, sus conocimientos son significativamente inferiores a los 15 años que los de otros alumnos que se educaron en otros países de Europa–, entonces a lo mejor estamos cayendo en una de las inequidades descritas anteriormente.
Por si esto fuera poco, los efectos de este sistema educativo sobre los alumnos es profundamente inequitativo. En mi opinión, este sistema educativo fomenta la desigualdad a base de fomentar el igulitarismo, entre otras cosas. Pero esto será materia de otras anotaciones.