Me ha llamado la atención una de las frases, pronunciada muy vehementemente con la intención de dar un titular, y parece que lo consiguió (como aquí, aunque no duró mucho, pues en ambos medios la transcribieron mal y, en cuanto tuvieron tiempo de redactar la noticia en condiciones, cambiaron el titular e incluso la cita desapareció del cuerpo de la información). Lo que dijo el ministro exactamente fue:
"Yo les puedo asegurar que si hay algo innegociable es la equidad del sistema educativo, y la educación como un bien público. Esto no es cuestionado en modo alguno".Muy bonita declaración de principios en la que un ministro de Educación vuelve a lucir su inmensa ignorancia sobre el sistema educativo que tiene a su cargo. Y eso que este está a años luz de sus dos predecesoras.
El mito de la equidad de nuestro sistema educativo viene de antiguo, del informe español de PISA 2000 por lo menos (dicho sea de paso, un informe muy meritorio para su tiempo, que fue "orillado" por el Ministerio de Educación de entonces, con Pilar del Castillo al frente). En él se concluía, entre otras cosas, que el sistema educativo español era muy equitativo. Este informe lo explicaba así:
"Para medir la dispersión pueden utilizarse otro tipo de indicadores estadísticos, como la desviación típica o la distancia intercuartílica. La medida de la dispersión es importante para estimar la equidad de un sistema educativo en tanto que puede representar la capacidad de ese sistema para compensar o, al menos, no ampliar las desigualdades de origen en su población escolar" (pág. 31).
Como vemos, el término "equidad" en el informe se utiliza con un término estadístico, prácticamente equivalente a la desviación típica de las puntuaciones finales de los alumnos. Aunque a lo largo del informe el término amplía su significado, sobre todo cuando se pone en relación con el gradiente socioeconómico, nunca abandona el significado estadístico. El problema fue pasar de la equidad estadística a la ideológica, cuando ambos términos no significan exactamente lo mismo. Como tampoco tiene que ver del todo con el concepto de equidad económica. Veamos.
El término de equidad económica tiene dos aspectos (aunque el segundo se olvida muy a menudo): por un lado escasa distancia entre los que más tienen y los que menos tienen (equivalente a la equidad estadística), y por otro que no haya gente que no tenga para vivir. Es decir, un país donde todos se mueren de hambre no es equitativo, por mucho que estadísticamente la desviación típica de sus ingresos o de su nivel de vida tienda a cero.
Lamentablemente, todas las lecturas de PISA desde el punto de vista de la equidad se fijan en nuestra reducida desviación típica (se mantiene alrededor de 90, cuando la media de la OCDE es 100), pero se olvidan de la segunda parte: España tenía en Lectura en 2000 a un 16% de los alumnos por debajo del nivel 2 (lo que para PISA es el umbral de la "pobreza" educativa), y en 2006 algo más de un 25%. Esta caída no es tan evidente en las otras escalas (Ciencias y Matemáticas), y no está claro que el dato de 2006 sea exacto (en 2009 el dato será más fiable), pero en cualquier escala España tiene demasiados alumnos por debajo del nivel 2 en PISA.
Pero es que además, el traslado de la equidad económica a la equidad educativa tiene dos problemas más: como señalaba muy acertadamente Julio Carabaña en un reciente artículo ("Fracaso escolar y abandono temprano, o por qué suspendemos tanto", en Cuadernos de Información Económica, nº 213, noviembre/diciembre de 2009), la diferencia entre economía y educación es que, mientras que en la primera lo que uno tiene (dinero, alimentos, tierras...) no lo tiene otro, es decir, los bienes son limitados, en educación no ocurre esto, ya que aquel que más sabe no necesita quitarle su parte (al menos en teoría) al que menos sabe. De ese hecho se puede sacar otro corolario en cuanto a la equidad: si una persona tiene capacidad para estudiar una carrera y el sistema educativo, de una forma u otra, le impide pasar, por ejemplo, del bachillerato, el sistema es inequitativo (además de estúpido). Visto de esa manera, el sistema de enseñanza más equitativo sería aquel que consiguiera que cada uno de sus alumnos llegara hasta donde su capacidad, su mérito o sus ganas le permitieran. Desde luego, tal sistema sería cualquier cosa menos equitativo en términos estadísticos.
Volviendo a la equidad española en PISA, lo que realmente permite tener una desviación típica más baja que la de otros países no es que no tengamos alumnos con bajo rendimiento, sino que, sencillamente, no tenemos apenas alumnos con rendimientos altos. Si tuviéramos algunos alumnos más en niveles de rendimiento altos, la desviación típica de nuestro país sería similar a la media de la OCDE. ¿Alguien puede decir para qué queremos una equidad cuya base es que no tengamos los médicos o ingenieros o investigadores que necesitaremos en la sociedad del futuro?
Más aún: si en España tenemos el mismo número de mentes brillantes que en cualquier otro país de Europa (aunque sólo sea por distribución al azar), y nuestro sistema educativo no les deja llegar a desarrollarse hasta donde puedan llegar –al menos, sus conocimientos son significativamente inferiores a los 15 años que los de otros alumnos que se educaron en otros países de Europa–, entonces a lo mejor estamos cayendo en una de las inequidades descritas anteriormente.
Por si esto fuera poco, los efectos de este sistema educativo sobre los alumnos es profundamente inequitativo. En mi opinión, este sistema educativo fomenta la desigualdad a base de fomentar el igulitarismo, entre otras cosas. Pero esto será materia de otras anotaciones.
El término de equidad económica tiene dos aspectos (aunque el segundo se olvida muy a menudo): por un lado escasa distancia entre los que más tienen y los que menos tienen (equivalente a la equidad estadística), y por otro que no haya gente que no tenga para vivir. Es decir, un país donde todos se mueren de hambre no es equitativo, por mucho que estadísticamente la desviación típica de sus ingresos o de su nivel de vida tienda a cero.
Lamentablemente, todas las lecturas de PISA desde el punto de vista de la equidad se fijan en nuestra reducida desviación típica (se mantiene alrededor de 90, cuando la media de la OCDE es 100), pero se olvidan de la segunda parte: España tenía en Lectura en 2000 a un 16% de los alumnos por debajo del nivel 2 (lo que para PISA es el umbral de la "pobreza" educativa), y en 2006 algo más de un 25%. Esta caída no es tan evidente en las otras escalas (Ciencias y Matemáticas), y no está claro que el dato de 2006 sea exacto (en 2009 el dato será más fiable), pero en cualquier escala España tiene demasiados alumnos por debajo del nivel 2 en PISA.
Pero es que además, el traslado de la equidad económica a la equidad educativa tiene dos problemas más: como señalaba muy acertadamente Julio Carabaña en un reciente artículo ("Fracaso escolar y abandono temprano, o por qué suspendemos tanto", en Cuadernos de Información Económica, nº 213, noviembre/diciembre de 2009), la diferencia entre economía y educación es que, mientras que en la primera lo que uno tiene (dinero, alimentos, tierras...) no lo tiene otro, es decir, los bienes son limitados, en educación no ocurre esto, ya que aquel que más sabe no necesita quitarle su parte (al menos en teoría) al que menos sabe. De ese hecho se puede sacar otro corolario en cuanto a la equidad: si una persona tiene capacidad para estudiar una carrera y el sistema educativo, de una forma u otra, le impide pasar, por ejemplo, del bachillerato, el sistema es inequitativo (además de estúpido). Visto de esa manera, el sistema de enseñanza más equitativo sería aquel que consiguiera que cada uno de sus alumnos llegara hasta donde su capacidad, su mérito o sus ganas le permitieran. Desde luego, tal sistema sería cualquier cosa menos equitativo en términos estadísticos.
Volviendo a la equidad española en PISA, lo que realmente permite tener una desviación típica más baja que la de otros países no es que no tengamos alumnos con bajo rendimiento, sino que, sencillamente, no tenemos apenas alumnos con rendimientos altos. Si tuviéramos algunos alumnos más en niveles de rendimiento altos, la desviación típica de nuestro país sería similar a la media de la OCDE. ¿Alguien puede decir para qué queremos una equidad cuya base es que no tengamos los médicos o ingenieros o investigadores que necesitaremos en la sociedad del futuro?
Más aún: si en España tenemos el mismo número de mentes brillantes que en cualquier otro país de Europa (aunque sólo sea por distribución al azar), y nuestro sistema educativo no les deja llegar a desarrollarse hasta donde puedan llegar –al menos, sus conocimientos son significativamente inferiores a los 15 años que los de otros alumnos que se educaron en otros países de Europa–, entonces a lo mejor estamos cayendo en una de las inequidades descritas anteriormente.
Por si esto fuera poco, los efectos de este sistema educativo sobre los alumnos es profundamente inequitativo. En mi opinión, este sistema educativo fomenta la desigualdad a base de fomentar el igulitarismo, entre otras cosas. Pero esto será materia de otras anotaciones.
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