martes, 25 de octubre de 2011

Congreso de CECE (I): Inger Enkvist

A finales de la semana pasada estuve algo liado en un Congreso organizado por la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), una de las patronales de la enseñanza privada y concertada. Este congreso (van por el 39º) se celebró en Benalmádena y estaba orientado hacia los datos, las evaluaciones y la excelencia. También presenté una primera versión del libro del que habéis oído hablar, cuando esté disponible ya avisaré.
A pesar que ha pasado desapercibido para la prensa (salvo la local), en el congreso iba gente muy interesante que dijo cosas muy interesantes. De la parte de datos, que es la que aquí interesa, hablaron tres personas: Gloria Martínez-Lizaso presentó el Informe McKinsey para España, José Luis Gaviria hablo de varios problemas que tienen las evaluaciones y, en concreto, PISA, e Inger Enkvist. Quiero publicar resúmenes de las intervenciones y valoraciones de ellas, y hoy quería empezar por Inger Enkvist. Aquí tenéis un resumen de su conferencia, que trató de una comparación entre el sistema educativo finlandés y el sueco. Espero que os guste.
Conferencia:
“La escuela excelente en los países nórdicos. Liderazgo y clima escolar”
Inger Enkvist, Lunds Universitet, Suecia

La idea de la conferencia es dar una visión general de los sistemas finés y sueco, los dos sistemas educativos nórdicos más importantes, y analizar las causas de las diferencias de rendimiento en ambos países en PISA.
En Finlandia los alumnos comienzan a los siete años la enseñanza obligatoria –que dura hasta los 15–, aunque algunos entran un año antes en una enseñanza pre-primaria donde se les enseñan hábitos de trabajo y comportamiento, pero no a leer. Durante los primeros años se hace hincapié especialmente en reforzar la lectura, y es habitual que se mande leer todos los días un texto en casa en voz alta ante los padres. Los currículos finlandeses son precisos y sencillos, y todos –padres, profesores y alumnos– saben qué tienen que aprender. Se insiste mucho en la lengua y en la lectura, pero menos en la tecnología –ya tendrán tiempo en Bachillerato. La educación especial se ocupa de reforzar a los alumnos que tienen problemas, y es uno de los secretos de su éxito. No es cierto que en las clases a todos los alumnos se les dé lo mismo, hay grupos dentro de ellas más avanzados o con más interés por aprender más, especialmente en los últimos grupos de obligatoria.
La Formación Profesional es muy atractiva, y suelen estudiarla la mitad de los alumnos. Muchas de las profesiones que se enseñan están relacionadas con el mundo del ocio. En el Bachillerato se estudian básicamente tres lenguas –finés y sueco como lenguas nacionales, e inglés: los alumnos de habla finesa estudian el sueco como asignatura, mientras que los de habla sueca estudian el finés– y matemáticas, que son las materias básicas de las cuales se van a tener que examinar obligatoriamente en la reválida, aunque pueden presentarse a más asignaturas. Los alumnos pueden o no ir a las clases y elegir el número de asignaturas que se quieren preparar. El sistema educativo finlandés mezcla sabiamente la exigencia con la libertad.
Es un sistema con pocas horas de clase, y todos los días salvo uno tienen libres las tardes.
La educación especial sirve para los alumnos que van más lentos, evita que se retrasen y los pone al nivel de los demás alumnos. Pero los alumnos que van bien trabajan porque tras el Bachillerato hay una selección por nota para entrar en la universidad y exámenes de ingreso, por lo que sólo entran los mejores, especialmente en algunas carreras. Esta motivación basta.
Hay entre cinco y diez candidatos por plaza para estudiar para maestro. Además de las notas, para el acceso hay que pasar una entrevista en la que se hace especial hincapié en el lenguaje de los futuros docentes. En Finlandia piensan que si se selecciona como docentes a los que mejor hablan, esto tiene un efecto altavoz, pues los alumnos de los próximos cuarenta años habrán aprendido con un alto nivel de lengua.
La formación de estos docentes no es distinta a la de otros países, pero es un grupo selecto, motivado e inteligente, lo que les hace entrar en una espiral beneficiosa de motivación y trabajo. Se sienten un grupo selecto y tratan de estar a la altura. Al final de su formación deben hacer un trabajo, normalmente un estudio en el que comparan y valoran distintos métodos de profesores. Tras acabar sus estudios comienzan a dar clase en las escuelas.
En las clases, no es cierto que los profesores sean estrictos, sino que tienen un contacto muy fluido con los alumnos. Inger Enkvist asistió a varias clases en Finlandia para alumnos de 14 años, y la sensación es que los alumnos pueden pensar que todo es natural e improvisado, pero otro docente sabe que hay mucho trabajo del profesor detrás para que todo transcurra tan fluido.
Dentro de las clases hay grupos de alumnos que quieren mejorar y se les da un mayor nivel de conocimientos, pero la verdadera obsesión finlandesa es que todos los alumnos alcancen un gran nivel.
La competencia lectora es la clave del éxito de Finlandia en PISA. A juicio de Enkvist, los finlandeses llegaron tarde al estado del bienestar nórdico y no tenían tanto dinero para implantarlo, por lo que se fijaron en lo que hacían los demás, fueron cautos en sus decisiones y aplicaron las medidas con menor costo económico. El resultado es un sistema educativo bueno, bonito y barato.

En Suecia, ser profesor hace cuarenta años era pertenecer a una profesión de élite, se presentaban cincuenta candidatos para cuatro plazas, por lo que tenían un gran nivel. El país, además, era muy igualitario.
Los políticos de los 70 y los 80 comenzaron a experimentar: pusieron juntos a todos los alumnos –incluso a aquellos que tenían graves problemas de conducta–, las condiciones empeoraron y se hizo más difícil enseñar, y muchos profesores huyeron para dedicarse a otra cosa. Comenzaron a aparecer escuelas concertadas, que antes no existían porque el nivel de la escuela pública era muy alto, y no había interés en ellas.
Cuando además comenzaron a aparecer los inmigrantes, los políticos comenzaron a hablar que había que ceder autonomía a los alumnos, para cada uno fuera a su ritmo en la misma clase, y así se mantendría la igualdad en la escuela. Pero ese no fue el resultado.
Se hizo un proyecto muy importante que fue promocionado masivamente en los medios de comunicación. La idea era que todas las escuelas suecas copiaran de este modelo. Se seleccionó una zona escasamente poblada, se aumentó la dotación presupuestaria muy considerablemente, se entregó un ordenador a cada alumno, los grupos eran de 15 alumnos y los docentes estaban formados especialmente. A los tres años se hizo una evaluación.
Los alumnos menos brillantes habían hecho muy poco, no eran capaces de interactuar correctamente con el ordenador y se pasaban horas de brazos cruzados ante la pantalla sin hacer nada. Además, nunca habían hablado ante el grupo, lo que en Suecia se considera fundamental en la educación democrática.
Los alumnos más brillantes habían seleccionado temas a su gusto y los habían aprendido. El problema fue que los temas no tenían relación entre sí ni seguían un orden ni se aprendía nada de forma sistemática. Los alumnos apenas hablaban entre sí porque no tenían temas comunes de estudio, y se había producido una rotura generacional ya que tampoco habían estudiado nada común con sus padres. La atomización de conocimientos, que además no eran comunes a los de nadie más, eran la norma.
Los profesores empezaron contentos, pero tras un periodo dijeron que era estresante dar clase así y que no daban abasto a atender a los alumnos, pues continuamente demandaban su atención para cuestiones muy dispares.
Tenían todos los medios necesarios, pero la evaluación fue devastadora. La conclusión principal es que si con todo a favor tal sistema se mostró desastroso, es imposible que funcione en situaciones peores. La reacción del Gobierno fue tapar el asunto y dejar todo como estaba.
En Suecia ya se han dado cuenta de que habían logrado un buen nivel educativo, pero que en las últimas décadas no han hecho sino bajar. Ahora han decidido hacer una reforma con los siguientes puntos fuertes:
-Una evaluación censal cada tres años para detectar a las escuelas que tienen problemas.
-Una especie de reválida para comprobar que a todos los alumnos se les enseñan unos mínimos en distintas asignaturas.
-Nuevas exigencias para acceder al Bachillerato y la FP.
-Nueva escala de notas: antes había aprobado, notable y sobresaliente, pero ahora hay seis escalones.
-Puntos extra para alumnos que estudian cursos avanzados de Matemáticas y Lengua para mejorar sus posibilidades de acceder a las mejores carreras.
-Cambios en la formación docente, con más énfasis en las materias que en la pedagogía. Evaluación de las universidades que forman docentes, de manera que a aquellas que no cumplan unos mínimos se les retira el permiso para formarlos.
En resumen, sin grandes cambios, el ministro de Educación ha ido tocando todas las piezas del tablero para dar una vuelta a todo el sistema sin grandes enfrentamientos sindicales.
La conclusión para un sueco es triste: Finlandia tiene un sistema educativo hoy tan bueno como era el de Suecia en 1970.

Para quien no lo sepa, nuestra Logse se inspiró no poco en la reforma sueca de la que Inger habla.